Los residuos plásticos urbanos se trasladan a una planta de tratamiento donde, aproximadamente, la mitad se recupera para un nuevo uso. De esta fracción que se reutiliza, una parte es tratada mediante reciclado mecánico y la otra se valoriza energéticamente (por ejemplo, a través de la incineración con recuperación de energía). Respecto al reciclado mecánico, consiste en lavar, triturar y fundir estos plásticos para volver a generar material, lo que conlleva una serie de problemas.
Uno de esos problemas es la necesidad de que la corriente de plástico sea bastante pura, que no esté contaminada con otras fracciones de plásticos u otros materiales. También hay que tener presente que el ciclo de aprovechamiento del plástico no posibilita que el reciclado mecánico se pueda llevar a cabo indefinidamente ya que el nuevo producto que se obtiene pierde propiedades.
Así, la principal alternativa al reciclado mecánico es el reciclado químico, un proceso más complejo y costoso pero que permite obtener un plástico prácticamente puro. A través de distintos procesos químicos, es posible romper las cadenas del polímero para volver al monómero inicial o a otras sustancias que pueden aprovecharse para producir nuevo plástico.
En este contexto nace el proyecto PROQUIPOL, en el que participa ITENE junto con la Fundación Gaiker, la Fundación Cartif y la Fundación CIRCE, supone la interacción entre tecnologías de reciclado químico y residuos reales problemáticos, que derivan de actividades cotidianas de consumo y producción, para buscar soluciones de aprovechamiento que sean innovadoras.
El trabajo se ha centrado en optimizar los procesos de reciclado químico, basados en el empleo de disolventes, a través de la solvólisis, que consiste en atacar al polímero con un disolvente para romper las cadenas poliméricas; o en tratamientos térmicos, basados en la aplicación de calor para deshacer estas cadenas.
Estos procesos que permitirán convertir los diferentes residuos plásticos tratados en combustibles líquidos, para calderas o para automoción, o en nuevas materias primas para fabricar productos químicos. Tras someter estos residuos plásticos a los distintos tratamientos químicos y comparar los resultados obtenidos con polímero virgen, los investigadores han constatado que los rendimientos del proceso rondan el 80% en casi todos los casos y las purezas, que se determinan mediante la técnica de calorimetría diferencial de barrido, son todas muy altas, cercanas al 95%.
También se han evaluado la viabilidad técnica de una planta de reciclado químico de plástico, que según se ha comprobado a partir de unas 8.000 toneladas al año la planta de tratamiento empieza a ser rentable, y la viabilidad medioambiental de los procesos desarrollados.
En cuanto a los residuos que se han empleado en la investigación, están los PET, presentes en muchos de los envases de alimentos que utilizamos día a día, como las botellas de agua; las espumas de poliuretano, conocidas coloquialmente como gomaespuma; el polietileno, con el que se hacen las bolsas de supermercado, o los RAE, siglas de residuos de aparatos electrónicos.
Este proyecto proyecto del Ministerio de Ciencia e Innovación está cofinanciado con fondos Feder.