La madera tiene indudables ventajas económicas, técnicas y medioambientales frente a otros materiales en estos usos (altas prestaciones físico-mecánicas pese a su baja densidad, fácil mecanización con bajos costes energéticos, alta disponibilidad, muy buena reacción y resistencia frente al fuego por carecer de dilatación térmica, muy buenas propiedades aislantes térmicas y acústicas, material totalmente renovable y reciclable, almacén de CO2 del planeta, etc.).
Sin embargo, en su uso en ambientes de exterior tiene dos desventajas fundamentales frente a otros materiales sustitutivos:
- Durabilidad: un problema fundamental que limita su uso sobretodo en ambientes exteriores. Y es que su origen orgánico la hace susceptible de ser biodegrada por organismos xilófagos, principalmente insectos xilófagos (polilla, carcomas finas y gruesas, termitas) y hongos xilófagos (hongos cromógenos y sobre todo hongos de pudrición).
- Inestabilidad dimensional: la estructura anatómica de la madera constituida por células formadas por una matriz tubular y hueca, así como sus componentes químicos fundamentales (celulosa, hemicelulosas y lignina), con carácter polar, hacen que sea un material muy higroscópico; es decir, absorbe y emite agua al medio en función de las condiciones climáticas que la rodean (humedad relativa del aire y temperatura).
Este hecho, unido a su carácter anisotrópico (hincha y merma de forma irregular según el plano: tangencial, radial o transversal), produce que la madera sea inestable para algunas necesidades constructivas en exterior, provocando alabeos, fendas e, incluso, roturas.
La modificación interna de la madera por shocks térmicos en condiciones de vacío, es decir, la madera termomodificada, torrefactada o termomadera se está convirtiendo en un tratamiento alternativo, no químico, que tiene como principal ventaja la mejora tanto de la durabilidad frente al ataque biológico como la mejora de la estabilidad dimensional, y sobretodo que se trata de un tratamiento totalmente respetuoso con el medio ambiente. De hecho, se conoce de muchos años atrás, que la madera quemada resulta ser mucho más durable en exterior. Ya los vikingos utilizaban este tipo de madera para su uso en exterior en la construcción de vallas.
En AIDIMME se está llevando a cabo este proyecto, financiado por el IMPIVA y por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional, que trata de investigar acerca de las propiedades físico-químicas, de durabilidad, acabado, etc. de la madera termomodificada de fresno y haya, ambas importadas de la empresa austríaca Mirako.
De los resultados que se desprenden hasta el momento del proyecto, la madera termomodificada tanto de fresno como de haya, se caracteriza por ser un material que gana en durabilidad frente a la acción degradadora de los hongos xilófagos, ya que durante el termotratamiento las cadenas de hemicelulosa se degradan, quedando de forma indisponible como fuente de alimentación de este tipo de hongos. En cuanto a la densidad, se ve disminuida en ambas especies de madera tratadas. Disminuye entre un 5-15% en fresno termotratado y un 20% en haya termotratada. Esta disminución no se considera significativa, además se ha comprobado que la estabilidad dimensional mejora sustancialmente en haya termotratada y medianamente en fresno termotratado.
El comportamiento de los adhesivos de acetato de polivinilo con cierta resistencia a la humedad mejora sensiblemente en estas dos especies de madera termotratadas, traduciéndose en un mejor comportamiento del conjunto adhesivo-madera en condiciones de exterior. Esto, junto con su mejor estabilidad y resistencia a la biodegradación, hacen que este material sea adecuado para su instalación en exterior.
En cuanto al comportamiento de la madera termotratada con acabados superficiales específicos y adecuados, se observa, en general, una mejora considerable del comportamiento frente a la luz, con respecto a la madera natural, debido a la presencia de filtros UV en los recubrimientos, resultando ser otro punto a favor para su uso en condiciones de exterior.